No quiero, con este título, mostrar rechazo a la globalización, ni mucho menos. Lo único que trato de insinuar es que la globalización, como cualquier decisión o actividad modifica las condiciones actuales y puede generar algunos problemas para los que se requiere solución. La cuestión consiste en determinar si los problemas generados superan a los beneficios, o al contrario, y sobre todo, si las alternativas son plausibles.
En el caso de la globalización el problema es prácticamente binario, salvando la simplificación: si continuamos abriendo las fronteras con mayor o menor celeridad el mundo en general se beneficiará, si las cerramos y las llenamos de aranceles e impedimentos, el planeta se resentirá. Nunca en la Historia se había alcanzado un período tan próspero en cuanto al desarrollo de la humanidad.
Queda mucho trabajo por hacer, sobre todo en África, y estoy de acuerdo con que se necesita un árbitro imparcial con respecto a este juego, que es la globalización (sobre todo un árbitro que no abuse de su posición dominante). Pero desde luego los países pobres estarían mucho peor si cerrásemos nuestras puertas a sus productos agrícolas, o si la información no circulase libre y rápidamente gracias al esfuerzo de algunos periodistas.
Las teorías ricardianas, también salvando la simplificación, muestran que el juego del comercio mundial no suma cero, y que todos los países se benefician. Un ejemplo muy concreto de globalización que ha permitido el desarrollo de varios países ha sido la Unión Europea, y pienso concretamente en España, y no sólo en los fondos de desarrollo recibidos, sino en la disciplina monetaria que nos viene "impuesta" o en la dilución de la influencia de ciertos lobbies que tradicionalmente han sido muy poderosos en España.
Para otros países, la posibilidad de entrada en la Unión Europea representa un atractivo tan fuerte que sus instituciones se modernizan y su justicia se hace verdaderamente ley. Luego la globalización puede ser beneficiosa para el conjunto de la humanidad, desde luego mucho más que la opción contraria, y sin entrar en detalles sobre la celeridad a la que debería realizarse esta globalización.
Pero como toda actividad humana o económica, la globalización modifica las condiciones iniciales. Hace años que los economistas tratan de explicar que el libre comercio beneficia a todos los países. ¿Por qué existe entonces tanta reticencia a su verdadera adopción? El motivo es que el libre comercio modifica la distribución de la renta dentro de un mismo país.
Imaginemos que Estados Unidos firma un tratado de libre comercio con un país productor de café. Los consumidores estadounidenses se beneficiarán de la caída de los precios del café, y podrán utilizar la renta adicional en la compra de otros productos de mayor valor añadido para la producción autóctona. El país exportador, por ejemplo Colombia, se beneficiará por el aumento de la demanda. El único colectivo perjudicado serán los productores de café estadounidenses, que verán cómo su cuota de mercado y la competitividad de su producto se resiente. Como este colectivo, los productores de café estadounidenses, tiene conciencia de sus pérdidas y de su poder de agrupación, y sin embargo el colectivo de consumidores no tiene conciencia de los beneficios -por ser estos muy diluidos- del libre comercio, los primeros iniciarán un lobbying en contra del acuerdo de libre comercio.
El resultado puede ser un arbitraje más o menos complejo en el que el libre comercio es abolido, los beneficiados son los productores de café estadounidenses y probablemente algún político corrupto, y los perjudicados son el conjunto de la población. Los economistas dicen que lo ideal es utilizar la riqueza generada del libre comercio para ayudar directamente a los productores autóctonos y no indirectamente, mediante aranceles. Además la intervención casi sistemática de los Estados en el comercio internacional puede derivar fácilmente hacia una espiral de corrupción en la que sólo unos pocos se benefician.
Este sencillo ejemplo nos ha mostrado cómo la globalización propicia una redistribución de la renta en los países involucrados. Por otra parte, cualquier decisión económica origina una reorientación de los recursos. Cuando Sarkozy, en Francia, anuncia la deducción de los intereses en los préstamos immobiliarios, está favoreciendo al colectivo de los propietarios, frente a otro colectivo, el de los no propietarios. Además, como en el dilema del prisionero, que muchos de ustedes recordarán, del libre comercio se benefician todos, y la condición necesaria es que todos los países lo respeten. Si un país falla, todos fallan y se ven perjudicados. Luego la solución es global.
En el caso de la globalización financiera el problema es incluso más complejo. Hace apenas dos años Alan Greenspan, el antiguo presidente de la Fed, mostraba su asombro por el comportamiento de los tipos de interés, el "connundrum" como el mismo lo definió. Al fin y al cabo, lo que este maestro no entendía es porqué él se empeñaba en subir los tipos de interés de base (únicos tipos sobre los que un Banco Central tiene margen de maniobra, son tipos de interés a muy corto plazo) y sin embargo los tipos de interés a largo plazo, dominados por los inversores, se empeñaban en mantenerse bajos. En definitiva, Greenspan trataba de mandar un mensaje al mundo y el mundo no le escuchaba, y eso le parecía raro por la falta de costumbre.
La globalización había "conseguido" que las actuaciones del Banco Central más importante del mundo no tuviesen el efecto deseado. La liquidez mundial tiraba como un resorte de los tipos de interés a largo plazo hacia abajo, independientemente de las advertencias que le daban desde el Banco Central. Otros países se han visto, o se ven, implicados en problemas de naturaleza diferente. A Islandia por ejemplo, le gustaría disminuir su déficit de la balanza corriente y para ello se propone depreciar su moneda y así aumentar sus exportaciones. De acuerdo con una ley económica, Islandia aumenta sus tipos de interés para conseguir su objetivo, pero contrariamente al efecto deseado, lo que obtiene es una apreciación de su moneda, es decir una mayor dificultad para reequilibrar su balanza corriente. De nuevo se produce este desinterés hacia los mensajes lanzados por un Banco Central. El mecanismo por el cual esto ocurre es un poco largo de explicar. A fin de cuentas, los inversores aprovechan el diferencial de tipos de interés, es decir, se aprovechan de la globalización de la circulación de capitales para obtener beneficio. Y como estos dos ejemplos, podríamos encontrar otros muchos países en los que la globalización ha creado un problema.
El denominador común de los problemas creados por la globalización es que la solución es global. En el caso del libre comercio, un acuerdo global debe ser alcanzado. En el caso de la impotencia de los Bancos Centrales, un movimiento global y común con sus matices de un país a otro- para ajustar la economía debe ser realizado para que las políticas surtan efecto. En definitiva, y abarcando un marco mucho más amplio que el de la economía (como la ecología o la salud), la globalización genera problemas en los que las soluciones tradicionales restringidas a un solo país van a ser cada vez menos eficaces. La única solución posible, cada vez más, será global, o no será.