Esa displicencia en el gesto, esa altanería, esa altivez, arrogancia, suficiencia, esa soberbia de porte, ese torvo mirar.
Esa fatuidad, esa petulancia y pedantería, ese necio y hueco engreimiento.
Esa chulería, ese desprecio de trato, esa grosería en la respuesta, ese tonillo insultón permanente.
¿De dónde vienen?
De una conciencia de clase vicaria. Son burgueses, hijos de menestrales, de familias de clase media con ínfulas de poderío. Doctrinos de ideologías inculcadas. Fascistas en su mocedad, reprimidos en su adultez. Palurdos imitando los lujos del capital. Nuevos ricos.
¡Y qué ideología! Funcionarios del Estado que ridiculizan y atacan el Estado y todo lo público. Gays vergonzantes represores de gays. Corruptos moralizantes. Chupacirios y monagos de los curas. Señoritos demagogos e ignorantes. Cursis, gazmoños y amantes de las corridas, las sobremesas de chistes verdes y el regüeldo patriótico.
Su convicción más profunda: ser de madera distinta al común de los mortales. La igualdad es una manía de envidiosos porque lo lógico es la desigualdad de la estirpe. Funcionarios oscuros que envidian el esplendor de la clase y la élite y desprecian, humillan y explotan a las clases subalternas en beneficio de sus amos, esperando ser considerados de ellos.
Ninguno ha hecho nada en la vida por sus semejantes; no han descollado en ningún campo; carecen de cualquier mérito adquirido por el propio esfuerzo. Son parásitos que no han trabajado nunca ni siquiera en lo que dicen que son sus profesiones, pero se piensan con derecho intrínseco al mando e imponen sus convicciones como verdades apodícticas. Unas convicciones brutales y necias ajustadas a espíritus mediocres, vacíos, ruines.
No paran de hablar y diluvian verdaderas estupideces, lugares comunes, topicazos y perogrulladas sin tasa, meras tonterías, falsedades desvergonzadas y mentiras a granel. Los discursos están para afirmarse, no para explicar nada y menos a una chusma de desgraciados cuya única función es votar cada cuatro años según Dios manda y constituirse luego en mayoría silenciosa para que el presidente, la vicepresidenta y sus colegas sigan hablando de lo que no entienden.
Su devoción religiosa, hecha de aparato y lucimiento, de mantillas, peinetas, golpes de pecho, procesiones y costaleros es exactamente esa que el fundador de su religión condenó repetidamente. Puro boato ligado al poder político. No aman a su prójimo, salvo que sea de su cuerda; a los demás se les aplica la legislación vigente tras haberla endurecido al dictado de sus intereses.
Están dedicados al expolio de los caudales públicos y las rentas de los ciudadanos, por la vía legal y la ilegal; les da lo mismo. Quieren castigar la corrupción ajena, pero no la propia en la que chapotean hace lustros. Su convicción fundamental es que el fin, su fin de negación de los derechos ciudadanos y de saqueo de sus ingresos, justifica todos los medios, incluso los corruptos.
Su tendencia autoritaria, impositiva, censora y su desprecio por las formas democráticas apuntan a una concepción dictatorial de la convivencia. La de toda la vida.
¿A que sabemos de quién hablamos?
(La imagen es un grabado de Felicien Rops (1833-1898) titulada
Hipocresía hacia 1879-1880, propiedad de la familia Babut des Màres, Namur.)