Las grandes empresas se han asentado en Bruselas para influir en los acuerdos políticos y algunos europarlamentarios incluso trabajan para ellas.
"Antes, todo esto era campo". Martin no dice exactamente eso, pero casi. Antes, todo lo que nos rodea esta tarde lluviosa de jueves eran mansiones burguesas. Hace cosa de 50 años, sin embargo, un grupo de promotores compró las mansiones, las derribó y construyó en su lugar mamotretos de cristal y cemento. En urbanismo, a esta práctica se la llama bruxellization. En Bruselas se la llama el quartier européen: 14 kilómetros cuadrados entre la plaza de Luxemburgo y el Parque del Cincuentenario donde se concentran la mayoría de instituciones y direcciones generales de la Unión Europea. Y oficinas de lobbies, claro.
"No hay cifras exactas, pero se calcula que hay entre 15.000 y 30.00 lobistas en Bruselas, lo que convierte a esta ciudad en el segundo centro de poder político tras Washington", nos dice Martin nada más empezar. Martin es miembro de Corporate Europe Observatory, una asociación holandesa sin ánimo de lucro dedicada a exponer –y combatir– la influencia que las grandes empresas y corporaciones ejercen en la política europea. Y que además organiza recorridos guiados por los lobbies de la capital.
La disparidad de cifras en torno a la cantidad de lobbistas se debe a que no existe un registro oficial. Ésta es una de las reivindicaciones de Corporate Europe, contará más tarde a DIAGONAL la responsable de prensa de la organización, Ester Arauzo: "Un registro obligatorio en el que se consigne quién hace lobby, para qué empresa, con qué fin y con qué presupuesto". Actualmente, el Parlamento y la Comisión cuentan con el llamado Registro de Transparencia, pero la inscripción es voluntaria y los datos que se aportan, limitados. Aún así, a día de hoy cuenta con 5.715 organizaciones inscritas entre consultoras, despachos de abogados, asociaciones profesionales, think tanks y sindicatos y ONG, a los que la UE también califica como lobby.
Pero la mayoría de la actividad corresponde a las empresas: el 70% de los lobbistas de Bruselas representa intereses empresariales. Otro 20% representa intereses locales o regionales (las famosas "embajadas" de las comunidades autónomas, por ejemplo) y tan sólo un 10% a la sociedad civil. "El lobby empresarial en Bruselas factura más de 1.000 millones de euros al año", nos dicen desde Corporate Europe.
En el conjunto de las instituciones europeas trabajan 40.000 personas, incluyendo al personal de Estrasburgo y Luxemburgo. "La UE tiene menos personal del que emplea la municipalidad de París", dice Martin, que recurre a su Francia natal para la comparación. Es uno de los problemas de la UE: pese a decidir políticas que afectan a toda Europa, su número de empleados es sorprendentemente pequeño. La mayoría, además, son políticos o gestores, por lo que carecen de conocimientos técnicos especializados sobre los temas de los que legislan. Es el hueco que aprovecha la industria del lobby.
"A los funcionarios de la Comisión, y sobre todo a los europarlamentarios, les viene muy bien que alguien con conocimiento técnico les dé información que desconocen", corrobora Jorge San Miguel, politólogo y miembro de Politikon. San Miguel, que trabajó para el lobby empresarial en Bruselas, reconoce que "es información sesgada, favorable a tus intereses, pero sin llegar a mentir. En ese sentido, el trabajo del lobby es comparable al de una agencia de comunicación". Una agencia de comunicación que busca influir en política. Y para ello, el primer requisito es tener información: "Tu trabajo consiste en adelantarte a la Comisión y al Parlamento en todo aquello que pueda afectar a tu cliente. En esencia, anticiparte a cualquier movimiento de modo que puedas influir al principio del proceso de toma de decisiones, cuando es más efectivo", relata San Miguel.
A partir de ahí, las estrategias se multiplican. Es habitual que las empresas contraten abogados que redacten enmiendas, que posteriormente entregarán a los diputados para que estos las incorporen en sus propuestas. Un ejemplo de esta práctica puede verse en la web lobbyplag.eu, que recoge y compara las enmiendas sobre protección de datos presentadas por los eurodiputados con las propuestas hechas por la industria.
También es bastante común que se contrate a think tanks que emitan informes favorables a tu posición o que organicen jornadas de debate entre representantes de la industria, expertos académicos y miembros del Parlamento o la Comisión, de modo que pongan a sus clientes en contacto con los encargados de redactar la regulación correspondiente.
A algunas empresas, sin embargo, la información les llega de modo más directo: en 1999, Martin Bangemann, por entonces comisario europeo de telecomunicaciones, fue fichado como asesor por Telefónica… un mes antes de que abandonara el cargo. Preguntado por la supuesta incompatibilidad, Bangemann se defendió diciendo que no había conflicto de intereses porque Telefónica "opera en el mundo entero y no sólo en Europa".
Fichar a figuras destacadas de la política es una práctica habitual de los lobbies. Por ejemplo, la Agencia de Seguridad y Defensa, un think tank que defiende el aumento del gasto militar en Europa, cuenta como valedor con Javier Solana, exsecretario general de la OTAN. "Incluso se han dado casos de consultoras o compañías de lobby que han creado falsas ONG o asociaciones para influir en las decisiones políticas", cuentan desde Corporate Europe. "Es cierto que hay asimetrías y abusos –unos se pueden evitar y otros no– pero prohibir el lobby no sirve de nada: la influencia existe. Lo vemos en España en los clubs de golf o el palco del Bernabéu. Lo mejor es regular el lobby, poder saber quién se ha reunido con quién y para qué. Evidentemente, no vas a poder evitar las cenas organizadas, pero al menos sería posible trazar de dónde viene una determinada regulación", opina Jorge San Miguel, quien afirma no haber visto directamente ninguna práctica abusiva.
Corporate Europe se manifiesta en la misma línea. Entre sus demandas, además del registro obligatorio, está la existencia de un periodo de carencia en el que los antiguos comisarios no puedan trabajar en la empresa privada y una mayor regulación de las incompatibilidades de los europarlamentarios: "Algunos trabajan en despachos de abogados que prestan servicios de lobby. No nos parece que sea compatible con el cargo", afirma Arauzo.
Ciudadanos sin voz en Bruselas
"Uno de los problemas de la Unión Europea es que no existe una ciudadanía europea, no hay un espacio público de discusión donde los ciudadanos puedan hacer oír su voz. No hay debate real sobre las políticas o medidas adoptadas", dice Martin, de Corporate Europe. Salvo la voz de sindicatos u ONG, los ciudadanos tienen poca presencia en Bruselas. A raíz del Tratado de Lisboa, se incorporó una figura que pretende paliar este vacío: la Iniciativa Legislativa Europea (ECI por sus siglas en inglés). Con este procedimiento, que exige un millón de firmas de ciudadanos de al menos siete países de la Unión, se pretende que los ciudadanos puedan proponer políticas a la UE, que se compromete a estudiarlas (no a proponer legislación). Las empresas no pueden proponer iniciativas ciudadanas, aunque sí se les permite apoyarlas o promoverlas.
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
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