"Del MAPU a Enersis", confesiones de Eugenio Tironi publicado en La Tercera el día sábado recién pasado, es el perfecto artefacto narrativo autobiográfico que nos remite a una historia construida y ordenada desde el presente, que permite una visión autojustificadora del sujeto, dando explicación a los eventos bajo el hilo conductor de las certezas del hoy, olvidando las decisiones y momentos históricos en que realmente se dieron, los cuales se encuentran documentadas en archivos editados en los años 70 y 80.
La narrativa autobiográfica que se despliega en la entrevista a modo de confesión pretende mostrar la coherencia de un sujeto histórico, que no la posee y que como plantea Francois Dosse, generalmente tiene objetivos e intereses políticos contingentes, es decir, está escrita desde un presente que es el que actúa como articulador lógico de una trayectoria que no contiene lógica en sí misma.
¿Qué busca Tironi con estas confesiones? No sólo justificar su presente como "empresario", tratando de situarse como parte de ese mundo, que no está claro si lo reconoce entre sus pares, sino que también el peso de una trayectoria política que lo puso en la izquierda chilena en los años 60, 70 y hasta los 80 y que abrazó el neoliberalismo en los años 90.
Tironi aduce en sus "confesiones" que lo sedujo el modelo Chicago hacia fines de los años 70. Me parece dudosa esa afirmación, ya que habiendo estudiado parte importante de sus escritos en esos años, el gran giro que se produce en el autor no es precisamente el encantamiento con el modelo, sino que su develamiento y funcionamiento para comprender, junto a Javier Martínez, en la ONG SUR, cómo se había transformado en la capilaridad el mundo popular a propósito de la instalación del modelo. Sus estudios sobre el mundo del trabajo y el sujeto popular, abandonando la vieja categoría de clase, lo llevó a plantear en primer lugar la preeminencia de lo social por sobre lo político, para pasar, a mediados de los 80, a establecer la necesidad de separar ambas esferas, dejando lo político como una esfera tecnocrática y de especialistas. No había en sus escritos ninguna valoración positiva del modelo neoliberal, que había destruido las bases constitutivas de la cultura política de lo popular y que se intentaba comprender en muchos de sus trabajos y publicaciones.
¿Para quién escribió Tironi estas "confesiones"? ¿Para los empresarios y para que estos lo acepten como un par? El resto es autojustificación de una trayectoria que no pudo haber sido ni lógica ni racional.
Su planteamiento de que el empresariado es uno de los grandes vectores de la modernización, es una vieja idea schumpeteriana, que estuvo efectivamente recogida en los escritos renovados (particularmente en Brunner y Tironi) en los años 80 y que tuvo un efecto importante en la consideración de los empresarios como actores relevantes de la construcción democrática, entendiendo eso si, que la democracia se había vaciado de los importantes componentes de democratización para constituirse en una esfera formal de resolución de conflictos.
No quiero repasar aquí cada uno de los momentos por los que pasó el pensamiento de Eugenio Tironi, trabajados en mi libro "El MAPU en dictadura: de saberes y prácticas para una microhistoria de la renovación socialista en Chile, 1973-1989" (Ediciones Universidad Alberto Hurtado, 2010) para debatir la construcción teleológica que hace de sí mismo, sino que plantear que lo que está haciendo el personaje en cuestión, es construirse en este presente como "empresario".
Sin embargo, hay que preguntarse qué es lo que llevó a Tironi a ser parte del directorio de Enersis, que no fuera el importante capital socio-político, constituido en el enmarañado de redes sociales que permiten transitar entre la izquierda, el centro y la derecha a quien fue parte importante de la elite concertacionista. En suma, su consideración pareciera ser que no provino de su importancia en el mundo empresarial, sino que como lobbista del mundo concertacionista, del que ahora se siente distante, al igual que de muchos de sus viejos compañeros de partido y de alero ideológico.
En suma, todos los sujetos cambian en la vida. Lo importante es saber que estas construcciones lógicas que hacen a través de narraciones, no dicen tanto sobre lo vivido y lo pensado, sino que buscan autojustificarse en un presente contingente y validarse como actor social dentro de un conglomerado particular. La ficccionalidad está presente precisamente en la lógica de la experiencia vivida, en la selección de hechos y pensamientos realizados a posteriori, para que la vida de los sujetos sea siempre pensada y mostrada racionalmente. Es un supuesto constitutivo de la subjetividad moderna, pero cuyo develamiento es importante como parte del análisis histórico-político del pasado reciente.
Citando a Leonor Arfurch "no es tanto el contenido del relato por sí mismo —la colección de sucesos, momento, actitudes— sino, precisamente, las estrategias —ficcionales— de auto-representación lo que importa. No tanto la "verdad" de lo ocurrido sino su construcción narrativa, los modos de nombrar(se) en el relato, el vaivén de la vivencia o el recuerdo, el punto de la mirada, lo dejado en la sombra… En definitiva, qué historia (cuál de ellas) cuenta alguien de sí mismo o de otro yo. Y es esa cualidad autorreflexiva, ese camino de la narración, el que será en definitiva,significante. En el caso de las formas testimoniales, se tratará, además, de la verdad, de la capacidad narrativa del "hacer creer", de las pruebas que el discurso consiga ofrecer, nunca por fuera de sus estrategias de veridicción, de sus marcas enunciativas y retóricas". Y es en este último punto donde fallan "las confesiones" de Tironi. La memoria de los ex militantes del MAPU, o de sus viejos correligionarios de la Concertación, no se reconocen en la práctica empresarial ni en la aceptación orgullosa del neoliberalismo (no todos al menos, confesadamente) y por tanto, parte importante de sus estrategias de veridicción chocan con escritos recientes del mismo personaje, con algunas de sus entrevistas y con numerosos artículos publicados sobre el pensamiento renovado.
Lo que busca Tironi es construirse como empresario, como parte de un mundo que se considera factor de transformación. Sin embargo, pocos ven en esa construcción narrativa autobiográfica un punto sobre el cual identificarse. Y es que es importante constatar que las estrategias de veridicción de los relatos son precisamente intersubjetivas y requieren de los otros para validarse en el contexto social de producción del relato. Esos pocos pertenecen a la cultura política que vieron en Tironi a un importante intelectual renovado y en él que hoy difícilmente pueden ver a un empresario. Entonces cabe preguntarse ¿Para quién escribió Tironi estas "confesiones"? ¿Para los empresarios y para que estos lo acepten como un par? El resto es autojustificación de una trayectoria que no pudo haber sido ni lógica ni racional.