No es especialmente nuevo pero    insiste en la necesidad de la regulación y en la importancia de la    profesionalización.
Los 'lobbies' son legítimos    (cotizalia.com)
La opinión    general en España sobre la existencia y desarrollo de los llamados lobbies es    injustificadamente peyorativa. El nuestro es un sistema cerrado, con los roles    previa e inamoviblemente asignados y, lo que es peor, que entiende la    intervención en la vida pública desde un temor reverencial y desorbitado a los    poderes políticos. Cuando se dice que en España no hay sociedad civil o al    menos, no la suficientese hace referencia al gap existente entre el poder y    los ciudadanos, un enorme vacío monopolizado por los partidos políticos que    fagocitan cualquier tipo de espontaneidad social.
Esto no ocurre    en otros países que estimulan la participación social de la ciudadanía en    agrupaciones y organizaciones y estiman legítima la defensa de intereses    sectoriales mediante sugerencias, entrevistas, difusión en la los medios,    campañas, contactos personales etcétera. En lenguaje coloquial, esta actividad    se denomina en España "presión" término con evocaciones coactivasy la llevan    a cabo evanescentes "grupos". De ahí que aquí se hable de "grupos de presión"    y no de lobbies.
Esta situación, especialmente en el mundo financiero    que en el que el lobbying resulta más frecuente, debería cambiar en la    dirección que camina en países como los Estados Unidos, Alemania y Canadá que    cuentan ya con una acreditada regulación que ha elevado al lobbysta a una    categoría profesional y al lobby a un ejercicio semipúblico perfectamente    asumible y asumido.
En Europa el lobbying está ahora en el escenario.    La centralización de decisiones económicofinancieras en Bruselas y el    carácter determinante de las directivas de la Comisión, así como la progresiva    importancia de las normativas del Parlamento de la Unión Europea, han hecho de    la capital belga el ámbito natural de los lobbies. Las cifras varían: según    algunas fuentes en Bruselas trabajarían hasta 15.000 lobbystas y más de 2.500    organizaciones de esa naturaleza; según otras, esa cifra es corta y llegaría a    100.000 lobbystas y 5.000 organizaciones.
Ante esta avalancha, surge la    necesidad de revisar la normativa reguladora de esta actividad en los dos    aspectos fundamentales: la transparencia, por una parte, y la profesionalidad,    por otra. En función de lo primero, es un requisito esencial que el lobby se    reconozca como tal, y en función del segundo requerimiento, es de exigir que    disponga de capacidad técnica y financiación reconocible. Cumplidos esos    requisitos, el lobbying no debería plantear problema alguno. Incluso las    intervenciones de los lobbies en el aliento, sugerencia, estímulo o    proposición de decisiones administrativas o normativas pueden en ocasiones,    debenquedar reflejadas en la exposición de motivos o en anexos ad    hoc.
Una última cuestión: la actividad de lobbying forma parte de la    que ejercen profesionales de la abogacía, la consultoría en sus múltiples    variantes e, incluso aunque no se suela subrayar este aspecto  los medios de    comunicación. De ahí que el lobby esté vinculado a profesionales y actividades    más amplias que incluyen el asesoramiento y la representación, lo que hace    todavía más urgente una regulación no sólo a nivel comunitario, sino también    nacional para que el lobbying deje ser en España mera y peyorativa "presión" y    los lobbystas unos oscuros personajes, logreros de intereses opacos o    inconfesables. Luz y taquígrafos, por un lado, y asunción de una nueva    articulación social en la defensa y promoción de legítimos intereses    sectoriales públicos y privados--, son, en lo que a los lobbies se refiere,    las exigencias del momento.
*José Antonio Zarzalejos es vicepresidente    ejecutivo de Corporate Affairs de Llorente &  Cuenca