FIFA, la delgada línea entre corrupción y cabildeo
FIFA, la delgada línea entre corrupción y cabildeo
Antonio Aja
Los escándalos de corrupción en la FIFA no son nuevos. Desde mediados de los noventa miles de artículos en medios impresos y digitales, así como reportajes televisivos, se han destinado a denunciar la corrupción de la Federación y se han abierto cientos de líneas de investigación, que si bien han cumplido con sus objetivos, no nos dicen nada nuevo: en la FIFA, a pesar de ser un organismo sin fines de lucro, algunos directores y consejeros se han convertido en poderosos e intocables millonarios.
En el 2013 Joao Havelange, presidente del organismo de 1974 a 1998, fue forzado a renunciar al puesto de presidente honorario, después de que el Comité de Ética concluyera que el longevo y autócrata dirigente había recibido sobornos. La cantidad no ha sido oficialmente revelada, pero hay quienes estiman que supera los 90 millones de euros. Sin embargo, Joao Havelange sigue libre.
Esta decisión por parte de la FIFA fue el tiro de gracia a la reputación de Havelange, a quien además se le acusa de tráfico de armas, alianzas con dictaduras militares, sobornos, malversaciones de fondos y manejos de grandes cantidades en efectivo.
Por otra parte, también se puede argumentar que durante los 24 años de su presidencia en el máximo organismo del futbol Havelange logró posicionar económicamente a la FIFA en un sitio en el cual jamás soñó estar. De hecho sus ingresos en el 2010 fueron similares al PIB de Belice, según estimaciones de la BBC, y sus reservas en el banco superiores a 1,000 millones de dólares.
Estos claros logros de Havelange se deben a su capacidad y habilidad para negociar con líderes empresariales, logrando alianzas comerciales, vendiendo espacios publicitarios y patrocinios multimillonarios que lograron dar al futbol la importancia mundial que actualmente posee. Pero también por su indiscutible habilidad para negociar y cabildear con los dirigentes y legisladores de los distintos países sede.
En el 2010 otro nombre ensució aún más la ya manchada reputación de la FIFA: Mohammed Bin Hamman. Este hombre nacido en Qatar fue obligado en diciembre del 2012 a dimitir de su cargo como miembro del Comité Ejecutivo de la FIFA y presidente de la AFC (Confederación Asiática de Futbol). Asimismo fue inhabilitado de por vida para ejercer actividad o función alguna relacionada con el futbol. Bin Hamman fue relacionado con prácticas de corrupción y soborno por 5 millones de dólares, según los diarios británicos The Guardian y Sunday Times.
Aparentemente, Bin Hamman utilizó estos fondos para comprar votos que favorecieran a Qatar como sede de la copa mundial del 2022. Países como Inglaterra y Estados Unidos han cuestionado esta decisión con varios argumentos de peso, entre ellos las altas temperaturas en Qatar y las inhumanas prácticas laborales que rigen en el país árabe.
Una vez concluido el Mundial 2014 en Brasil, la discusión sobre este tema podría volver a tomar fuerza y no sería descabellado pensar que la copa 2022 se pueda llevar a cabo en Estados Unidos, con la posibilidad quizá de que uno de los partidos se realice en México, como ocurrió en el caso Japón/Corea del Sur en el 2002.
Si bien es cierto que son habituales las prácticas de cabildeo entre organizaciones internacionales con y sin fines de lucro, con los países donde llevan a cabo actividades, los escándalos de corrupción han sido cada vez más frecuentes y más grandes.
Hay que recordar que la FIFA fue creada en 1904 con la intención de promover y difundir el futbol en el mundo y de seguro ninguno de sus fundadores imaginó el poderío económico que alcanzaría a raíz del surgimiento y desarrollo de la televisión después de la segunda guerra mundial.
Esto ha convertido a la Federación en un inmenso jugador económico en la agenda de los países, lo cual a su vez ha desvirtuado su original misión y la ha puesto en la muy penosa situación actual.
Para concluir, comparto una reflexión al respecto: el cabildeo o lobbying es una actividad legal, válida e incluso necesaria hasta el momento en el que se ofrece o insinúa algún beneficio económico inmediato para la parte encargada de influenciar en la toma de decisión. A partir de ese momento, la actividad se llama corrupción. Si queda alguna duda, la mejor manera de disiparla es preguntándonos si la decisión es o no transparente.
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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