Se publicó por fin el informe final del Panel de la ONU sobre el cambio climático (IPCC), aquel que publicitaba que en el año 2050 el 77% de la energía se generará con renovables. Desde entonces las críticas se multiplican por la red. Críticas que permiten atar muchos cabos y ayudan a encajar las piezas, tanto de la frustrada política energética y medioambiental patria, como de la de otros muchos países, entre ellos Alemania.
En el artículo del pasado diez y siete de mayo un servidor mostraba extrañeza y se preguntaba cómo era posible que buena parte de ese elevado porcentaje se pudiese producir mediante biomasa y biocombustibles sí, con las relativamente modestas plantaciones actuales, ya se pueden percibir conflictos con la producción alimentaria que se están reflejando en los precios, entre otros muchos interrogantes que mencionábamos en aquel momento.
Un informe sesgado…
El exhaustivo informe final que acaba de ser publicado dedica el capitulo dos a esta fuente de energía y añade en otros apartados consideraciones como el agua necesaria o la influencia del cambio climático en su desarrollo futuro. En ellos se mencionan diferentes escenarios de los cuales el que acapara los titulares es el más extremo y optimista. Escenario que tendría lugar solo si todos los astros y constelaciones se alinearan a la vez, es decir, si todo jugara a favor de la biomasa incluyendo nuevas tecnologías o factores que a día de hoy desconocemos o no dominamos.
Los mismos autores de los trabajos científicos en los que se basa el informe destacan machaconamente la prudencia con la que deben ser tomadas sus investigaciones, la gran incertidumbre y los enormes interrogantes que encierran, así como la falta de datos suficientes, con lo que la necesidad de incrementar el trabajo investigador es evidente. Ellos mismos reconocen sus limitaciones, la falta de conclusiones fehacientes y que se trata de un escenario más deseable que de momento realizable.
Sin embargo, un trabajo riguroso, con los riesgos que implica tratar de predecir el futuro, ha sido percibido por muchos como un alegre brindis al Sol por parte de los científicos. Nada más lejos de su intención. Pero son solo sabios y si algo han demostrado sobradamente es que las relaciones públicas no son su fuerte.
… por parte de activistas de Greenpeace…
Parece ser que el informe final, y de ahí las críticas que pululan por Internet, ha sido redactado con la colaboración de destacados miembros del grupo ecologista Greenpeace, que han dado al informe el sesgo por ellos deseado, arrimando el ascua a su sardina y desvirtuando un contenido por otro lado correcto y riguroso.
Este conocido grupo tiene una determinada forma de ver el futuro marcado por su propio ideario, que se puede analizar en este enlace. Un mundo maravilloso el que pretende imponer sin darse cuenta que los buenos deseos no siempre irán acompañados por los resultados ansiados, por mucho que se pueda empeñar uno. Y que esa rigidez puede perjudicar enormemente aquello por lo que luchan, como ha pasado en España con la energía solar fotovoltaica y en Alemania con el cierre precipitado de sus centrales nucleares.
… que confunden deseo con realidad…
Greenpeace propone un planeta perfecto movido casi exclusivamente mediante energías renovables para el año 2050. Eso es algo a lo que todos nos apuntamos. Pero el mero deseo no significa necesariamente que pueda ser posible alcanzarlo, al menos de momento, de una manera razonable.
Tal escenario está basado, en una proporción muy importante, en la generación mediante energía solar, tanto fotovoltaica como termo solar, con hibridación de biomasa y capacidad de almacenamiento de energía para cuando no haya Sol. Los objetivos son muy loables.
… también es España…
En España, tal escenario idílico se plasmó en un informe que publicó el think tank de cabecera del PSOE, la Fundación Ideas del ex ministro Caldera, que trajo como consecuencia el nefasto decreto que promovió los huertos solares en España, con los desastrosos resultados económicos y para la industria que todos padecemos.
Tal informe, en el que se afirmaba que para el año 2050 España debería disponer de una potencia de generación mediante biomasa instalada de ¡¡¡20.000 MW!!! no argumentaba de donde iban a sacar tierra de labor suficiente, el agua o los materiales necesarios para fabricar paneles solares de manera masiva, como la plata o las tierras raras, muy contaminantes en su extracción, entre otros muchos factores.
Y, menos todavía, tomaba en consideración que, según los escenarios más razonables previstos para los próximos años, España, sobre todo la mitad sur, será uno de los rincones de Europa más perjudicados por el calentamiento global. Con lo que los rendimientos agrícolas y la disponibilidad de agua serán menores que en la actualidad, salvo milagros climáticos de última hora debidos a las manchas solares y la actividad cíclica del Sol, o cualquier otro motivo tecnológico, como pueden ser las algas energéticas, la aparición de semillas fantásticas, fertilizantes milagrosos de origen no fósil, o mutaciones genéticas que nos permitan sobrevivir con la mitad de calorías y sin consumir nada de carne y tampoco pescado.
… y acaban desacreditando una labor meritoria
La publicación del IPCC que acaba de ver la luz apunta en la misma dirección, con la salvedad de que los informes científicos en los que se basa destacan sus propias carencias e incertidumbres, como las mencionadas anteriormente, cosa que no hacía el panfleto español.
Desgraciadamente, el sesgo añadido al informe final por parte de los colaboradores del grupo ecologista, y a las notas de prensa de las que se hicieron eco los medios, desvirtúan el contenido real de los rigurosos trabajos realizados y vuelve a poner al grupo de científicos a los pies de los caballos, inmerecidamente, una vez más.
La tergiversación del valioso trabajo del IPCC por parte de grupos ideológicamente inflexibles y tácticamente intransigentes hace que una labor científica excelente no se perciba como tal, atraiga una oposición descarnada y sea rechazada entre amplios sectores de la opinión pública, proveyendo de munición a aquellos que niegan, sin mayor argumento serio que lo respalde, todo lo que les produce miedo o no interese.
Las decisiones energéticas y medioambientales deberán basarse en evidencias razonadas y no solo en buenas intenciones. Y en saber comunicar adecuadamente a la sociedad los resultados de las investigaciones en marcha y explicar los riesgos e incertidumbres.
De momento, el IPCC va perdiendo la batalla mediática y sigue proyectando entre amplios sectores de la población una imagen pobre acerca de su trabajo. Sabemos que lo suyo es investigar y que son prudentes y rigurosos en la publicación de los resultados. Los avalan muchas instituciones de prestigio mundial y larga solvencia demostrada.
Pero deberían reforzar la trinchera de la gestión mediática y mundana, para poder eludir eficazmente tanto los perniciosos y contraproducentes abrazos de los osos ideológicos que pretenden instrumentalizar su labor, como de aquellos otros grupos recalcitrantes que injustamente denuestan su trabajo.